viernes, 18 de junio de 2010

soneto XCIV

Me quema el fuego vivo de tu aliento
ardiente está mi alma, que es tu espejo
quemada de un amor profundo y viejo
delicia de temor, dulce tormento.

La risa de tu boca es mi alimento…
si el gesto de tus ojos va parejo
riendo tus pupilas, tu entrecejo,
mi rostro irá extasiado en tu contento.

Yo pienso en tu belleza diamantina:
El sueño de tu dicha imaginado
que lleno de emoción late en tu pecho.
Y sé de un corazón roto y maltrecho
vacío, endurecido y maltratado
el que a tu bella esencia se encamina.

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