de los árboles oscuros;
hiela en los estanques puros
agua; y la vida fenece.
Y el calor nunca aparece
unido a una pena honda
para que el alma responda:
Sígueme, que el día amanece.
Vuelve el calor que merece
de llama de fuego vivo
salta, brinca y es esquivo,
y del dolor ya guarece;
toda la vida agradece
el cambio, devenir ardiente,
y piensa que dice la mente:
sígueme, que el día amanece.
Y el pensar que ya perece
de pesar tan dolorido,
duele sin haber sentido;
y llega esperanza que crece;
ya muere lo que anochece
y el calor ya no se esconde
para decir que responde:
Sígueme, que el día amanece.
Y la vida prevalece
sobre la muerte que es noche,
y el Sol con dorado broche:
Sígueme, que el día amanece
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