viernes, 18 de junio de 2010

Soneto LXXXV

A estas horas el sol ya se ha ocultado
y al ocaso se arrastra su derrota;
sobre un campo de luces su luz brota
y hasta el lecho de muertes ha llegado.

La eterna singladura… Un sol dorado
que hierve el campo en luz con una nota
de helado atardecer; que helada dota
de miedo a mi pensar enamorado…

No la tengo, no he visto su mirada;
no he sentido su aliento en mi mejilla
oyendo sus susurros en mi oído.
Y al llegar el fin del día el sol se humilla
marchándose veloz como si nada 
Otro sol, otro día se ha perdido.

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