viernes, 18 de junio de 2010

Soneto LXXXIV

Si se puede llamar en esa puerta
ten seguro la puerta está cerrada
y si nadie te atiende a la llamada
es bien cierto la casa está desierta.

Así pasa en el alma que está muerta
golpeas como un loco allá en la entrada
no hay nadie allí esperando en la morada;
no hay nadie que la puerta deje abierta.

¡niégalo, corazón, tu que la amas!
¡no destruya tu amor razón dormida
que a gritos tu sentir penoso aclamas!
¡Niégalo, no hay verdad ni razón, solo fé y vida!
¡Aunque sangren los puños cuando llamas
esperando que al final no quede herida!

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