martes, 15 de junio de 2010

Glosa de soneto

Echado está por tierra el fundamento
que mi vivir cansado sostenía
¡Oh, cuánto bien se acaba en solo un día!
¡Oh, cuántas esperanzas lleva el viento!

¡Oh, cuán ocioso está mi pensamiento
cuando se ocupa en bien de cosa mía!
A mi esperanza, así como baldía,
mil veces la castiga mi tormento.

Las (mas) veces me entrego, otras resisto
con tal furor, con una fuerza nueva
que un monte puesto encima rompería;
Aqueste es el deseo que me lleva
a que desee tornar a ver un día
a quien fuera mejor nunca haber visto.

Garcilaso de la Vega.

I. (XXVI)
Echado está por tierra el fundamento; 
no quedan más que de él pocos escombros
vejados por el tiempo y los asombros
que el tiempo causa en mí todo momento.

Me ves ora gritando cruel lamento,
ora saliendo de agonía dura
ora perdiendo mi esperanza pura
para después ganarla en cualquier cuento.

En esto hoy consiste el pasatiempo
después de haber perdido mi esperanza;
después de tirar yo mi amor al suelo.
Y en esto que hoy aumenta mi añoranza
pues no puedo encontrar por mí consuelo,
solo puedo dejar que pase el tiempo.

II. (XXVII)
Y no puedo dejar esta postura
que mi vivir cansado sostenía; 
postura que era mal bisutería;
por joyas de más talla y hermosura.

Mas yo quiero salir de la tortura
de no ver más tus ojos, dulces, claros;
que ayer un solo día como faros
labraron mi camino con dulzura.

Tan solo un día te vi, momento eterno;
momento que acabó en un solo instante
dejando amargo gusto en mí, demente.
Y yo debo arrastrarme suplicante
deseo verte un día, ¡se clemente!
El día en que he de arder en el infierno.

III. (XXVIII)
Un día eres feliz, otro estás triste
y piensas que regresa la agonía:
¡Oh, cuánto bien se acaba en sólo un día! 
pues todo lo que es bueno lo perdiste.

Y cuando te preguntas por qué hiciste
encuentras que no solo una vez fuera
aunque así algún día pareciera
el mal... ese cruel mal siempre persiste.

Es vanidad, sólo orgullo egoísta;
es la maldad, que en el corazón mora
es la traición, que duerme nuestra alma.
Creo que el tiempo, tiempo solo implora
lamentarse no sirve, y no calma...
creamos sólo pues en lo que exista.

IV. (XXIX)
Ni esperar de la vida me consiento
pues es vana esperanza la que tengo
de tantos mis recuerdos que retengo
¡Oh, cuántas esperanzas lleva el viento! 

Lo mismo que voló ayer mi contento
en el fango se pudre mi esperanza
pues todo –como ves- todo es mudanza
y es nimio lo que ayer fuera un portento.

La fe que me movía se ha apagado
y borracho ando yo de lado a lado:
el sol que más alumbra me sostiene.
Efímero esperar que me conviene...
si corta es la esperanza con la ausencia
corta será, en mí, esa dolencia.

V. (XXX)
Olvidaré sin penas lo que siento
y traición que yo espere, sin decoro
habré devuelto ya, no me demoro
en recuerdos que mueven al lamento.

¡Oh, cuán ocioso está mi pensamiento! 
¡Cuán bien poder pensar en lo que es mío
y mirar el camino en que me guío,
y a todo lo que es mío estar atento...!

A egoísta pensar es al que atiendo
pues es vana ilusión pensar en ella
si al pensar ella en mí pensó fingiendo...

Pensaré que este viento, de su huella
quedará pocos trozos persistiendo
por mucho que su huella fuera bella.

VI. (XXXI)
No me queda ni rastro de cordura
ni bondad, ni clemencia, ni alegría,
ni soy capaz de amar como sabía
ni hay lugar en mí para ternuras

Está ya más contenta mi locura
cuando se ocupa en bien de cosa mía 
viviendo como sabe la agonía
de odiar lo que más ama en forma pura.

Me odio por odiar lo que mas quiero
me odio por pensar que libre soy
esclavo como soy de cómo miras
Y así vivo sabiendo que me muero,
conociendo el final a donde voy
creyendo como un loco mis mentiras.

VII. (XXXII)
Me miento prosternado en la tristeza
guardando cual precepto esta mudanza,
mudanza que destruye la templanza
y en jirones desechos la nobleza...

Y el rumbo que guiaba mi cabeza:
el ritmo, ha cambiado, y cambiaría
a mi esperanza, así como baldía; 
así como deshecha en la pereza.

Así como un espectro sigo andando
buscando aquí un cariño que no existe
y el peso de la muerte soportando.
Si vuelves hoy a mí como viniste
mi amor y mi cariño deseando
¿Podría perdonar lo que me hiciste?

VIII. (XXXIII)
¿Podría sopesar ese argumento
si dices que me amas cual solías?
¿podría yo olvidar cuando mentías
sabiendo lo que sé en este momento?

Porque sólo recuerdo el sufrimiento
al haber olvidado la inocencia
y yo sé que tu alma y mi conciencia
mil veces la castiga mi tormento. 

Y no se despreciarte como quiero
tu amor me ha remarcado en honda huella
vestigio de una época pasada.
Estoy viendo que aun eres muy bella,
recuerdo cuando tú eras mi amada
y era nuestro bien el mundo entero.

IX. (XXXIV)
(Debo resistir, según mi conciencia,
no la debo amar, pues ella no me ama;
no debo escuchar amor que me llama
debo conservar la fe en la inocencia.

Quiero rescatar de mí la prudencia
y avivar la luz que habita en mis sueños,
sueño del que ahora yo soy el dueño,
en los que por fin se nota su ausencia.

Las veces me entrego, otras resisto 
y siempre debiera haber resistido
por no contemplarme roto y vencido;
en los sueños vanos que antes he visto.
¡No quiero soñar si en sueños te veo!
¡De aqueste castigo de nuevo reo!)

X. (XXXV)
¡Cuántos sueños quedaron esparcidos
en pedazos sin forma por el lodo!
y no quiero llorarlos de este modo:
con ansia, y con duelo, doloridos.

Me levanto con aire decidido
Y olvido en un instante casi todo;
en esta vida mía me acomodo
sin pensarme si aun estoy herido...

Y en pie resisto a todo y contra el viento
con tal furor, con una fuerza nueva, 
que no me importa nada de lo antiguo
pues si es corto el presente por lo exiguo
pasado es el futuro que me lleva;
pasados los amores que no siento…

XI. (XXXVI)
Pasado está el tormento que he sentido:
ya no soy del castigo juez y reo
ni estoy penando en algo que no creo
si no creo en mudanzas ni he creído.

Ya no pierdo mi tiempo ni dormido
pues sueño en otro sueño mas perfecto
si acaso yo a los sueños me someto
negándome al amor, triste Cupido.

Y encuentro en mi tal fuerza y tal talante,
y tal vitalidad, cual un gigante,
que un monte puesto encima rompería; 
a mil bravas legiones vencería;
ejércitos enteros derrotara
sin nada que mi furia sosegara.

XII. (XXXVII)
Pues no encuentro sosiego aquí y ahora
de tanto que la furia me domina;
y solo a destruir mi alma atina
templada en la locura y a deshora.

Piedades y ternuras no atesora
la piedra que llenó tal vez mi pecho
ya que mi corazón está deshecho:
dejó libre la rabia y lo devora…

Deseos de una mente torturada:
los actos que conducen voluntades
sonando como truenos en verdades…
Aqueste es el deseo que me lleva: 
Vivir solo la vida como deba;
dejar triste memoria maltratada.


XIII. (XXXVIII)

Veo el paso de años incontables
y contemplo en su marcha desgraciada
el peso de la muerte y su mirada
y su llegar deprisa incontestable.

Yo sé que en un instante despreciable
su fuerza llegará en una andanada
negando que mi alma encarcelada
redima sus pecados innombrables.

Del lecho en un instante estaré muerto
y mil veces mi vida cambiaría
si el cambio en un instante se lograra.
El tiempo que me resta me llevara
a que desee tornar a ver un día 
el como recorriste este desierto.

XIV. (XXXIX)

¡Tente, muerte, y queda ahí delante;
delirio de mi fe, mi alma y mi mente!
¡Y quédate callada solamente
espera mi respuesta un solo instante!

¡En pie he de recibirte, es importante!
¡vestido y sin rubor, gallardamente!
mi rostro con sonrisa permanente;
sin prisas, sin dolores: ¡anhelante!

Mas veo no te detienes: me resisto
¡Horror, tu forma cambia, no eres muerte!
¡Transformas tu semblante como veo!
¡Te cambias en delirio de deseo!
Y veo desgraciado, esta es mi suerte, 
a quien fuera mejor nunca haber visto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario