viernes, 18 de junio de 2010

Décima en Silva

Mira a través tu ventana;
de esas flores brillantes en el cielo
que ufanas lucen con celo;
De esas estrellas tempranas,
La que brilla más fuerte y con más ganas,
Esa flor te ilumina, titilando
por ti sola, comprobando
que seas también feliz, velar tu sueño;
y en eso pone su empeño
y en su arder “te quiero” dice murmurando.

Sextina

Déjame acostumbrarme al sucio suelo,
que hasta ahora he dormido yo en el lodo,
si no vas a quedarte todo el tiempo;
si no vas a quererme entero y claro
olvida tu piedad y que me has visto
cansado y dominado por el miedo.

Déjame, por piedad, que tengo miedo
De la voz que me eleva sobre el suelo,
del cariño que exalta; que yo he visto
cariño en la piedad que hay en el lodo;
Y al fin desaparece, pues no es claro
Pues es solo piedad que dura un tiempo.

Y yo quiero quererte todo el tiempo
tu amor sentir, tan solo amar sin miedo
amor sin coartadas, amor claro
que no me importe nada ver el suelo
que el vértigo no exista, y que el lodo
sea solo un recuerdo que haya visto…

Déjame que me encuentre pues he visto
que estoy fuera de mí por todo el tiempo
y veo anonadado solo el lodo
el fango y podredumbre de mi miedo.
Déjame que yo viva en este suelo
que el ritmo de mi alma lata claro.

Quiero ver, por piedad, tenerlo claro
descansar del martirio, yo que he visto
el vértigo, volar sobre este suelo
sin saber si el volar tendrá su tiempo;
si el cariño se irá; y siento miedo
a ensuciarme cayendo sobre el lodo.

No quiero ver el cielo desde el lodo
que el fango ya lo veo yo muy claro
y aquí abajo domino todo miedo
pues todo en este mundo yo ya he visto
aquí yo soy el dueño de mi tiempo.
Allí por no notar no noto el suelo.

Siento el suelo, no veo más que lodo
la paz que hay en mi tiempo veo claro
ya todo yo lo he visto, ya no hay miedo.

Soneto IC

Tu eres estopa, yo soy el fuego
Tanto te arrimes fuego te doy
Y si te quemas, llama que soy
Fiel te consumo, y aun más fiel luego

Es tu mirada fuego que ruego
Como soy pasto ardiendome voy
Si me has mirado en llamas estoy
Fiel me consumo en llamas, tu juego.

Fuego en tus ojos y en mis enredos.
Fuego en mis manos que van sin calma
y en las caricias no dan razones.
Fuego en el fuego: dos corazones
De esos que habitan bien en las almas
Bien en las mentes bien en los dedos.

Soneto XCVIII

Como hoja movida por el viento me siento
Si tu voz me acaricia hacia el cielo me voy
Mas si en tanto ese viento no me llega yo soy
Más que un triste palote, más que un seco sarmiento.

Y me caigo en el suelo si me falta tu aliento
Y me arrastro en el barro si no tengo tu voz;
Como piedra en el agua que se hunde veloz
Sin tu voz deseada que me llega en el viento.

Cual madero me siento si no estas a mi vera
Como árbol sagrado cuando vas a mi lado
que ambos solos se queman si una chispa ha saltado
Cual los dos me consumo en cenizas certeras
Tanto tenga yo el viento de tu risa y mirada
Tanto falte tu risa y tu voz deseada.

Soneto XCVII

Caminando y rodando y arrastrando
Los pies en los sombríos bulevares
van doliendo los ojos como mares
Y en el pecho una llama va llorando.

Los árboles se inclinan sollozando
para ver que destemplados avatares
cambiaron su alegría y sus andares;
“Más triste está que ayer”, van murmurando.

Y él triste va hollando su camino
Los ojos anegados, sin fortuna
¿qué tienes?- le preguntan los gorriones-
¿qué lágrima te mancha inoportuna?
y él se para y se limpia de emociones:
"La lluvia me caló la faz sin tino"

Soneto XCVI

Corazón en espera atribulado
la hiedra que no es rosa te aprisiona
El viento en un susurro te erosiona
Pues siempre a la intemperie estás guardado.

El ser su triste hiel ha destilado,
Y llora en destemplados chaparrones
Amargos desencantos de emociones
Más fuertes que el acero más templado.

¡Descansa corazón tu fatigado
pasar por el eterno y duro yermo,
y déjame soñar sueños si duermo!
¡Relaja tu latir desesperado!
Al frío y duro nicho me encaminas
Si el cálido latir tu no dominas.

Soneto XCV

Te contemplo detrás de ese cristal
tan cercas estás, tan lejos, tan distante;
tan lleno de ansiedad, tan triste amante,
hastiado de la vida y de este mal

Me quedo examinando hasta el final,
Haciendo que infinito sea el instante,
La fría superficie, que cortante
Me lega su impiedad dura y brutal.

Mi mano en el cristal, yo sin razones,
Tu cuerpo está detrás, mi amor con el
Un grito ansioso aguarda su rotura
Presiono la dureza con mi hiel…
Caricia de mi mano con dulzura
cortados y templados corazones.